En diciembre de 1998, recibí una invitación para viajar a la ciudad de Pucallpa. En ese entonces y aun hoy disfruto de viajar, por lo que la invitación me entusiasmó y en cuestión de horas preparé las maletas y estaba presto a realizar la travesía hacia la calurosa selva peruana.
Confieso, que antes de realizar este viaje, ya había viajado la selva y conocía por experiencia propia acerca del clima caluroso y lluvioso, así pues ya conocía ciudades como Tingo María, Tarapoto y Moyobamba. En fin, ya estaba prevenido, considerando ademas que solo estaría en Pucallpa por una semana... ¡a lo más !
Mi travesía comenzó, según recuerdo, a las 4.00 p.m. y para ello aborde un bus de la empresa León de Huánuco, hicimos el recorrido hacia La Oroya, pasamos por Matucana, Ticlio, el campamento minero de Morococha. Proseguimos el viaje hacia Junin y Cerro de Pasco, donde el bus se detuvo para que los pasajeros pudieran cenar ( en realidad solo cenaron los dos choferes y el cobrador).
Hasta Cerro de Pasco, tuve un viaje muy tranquilo, y nada hacia presagiar lo que me esperaba. A unos kilómetros de la ciudad de Pasco, como era habitual en aquella época el chofer empezó a parar en la ruta para recoger pasajeros. Una de estas personas, resultó ser una mujer embarazada y con un niño de menos de un año en brazos y al ver que nadie le cedía el asiento, pues se lo cedí yo. Y es pues en este punto donde comenzó lo bueno....
Como no había asientos disponibles, por invitación del chofer me ubique en un asiento improvisado muy cerca a la puerta del bus y así tuve que continuar por el resto del viaje, pues la señora a la que le cedí el asiento viajaba ¡hasta Pucallpa!... en fin el viaje siguió, llegamos a Huanuco, amanecimos en Tingo María y tras un ligerísimo desayuno consistente en media papaya recién recogida del árbol, proseguimos a nuestro destino final.
A partir de Tingo María, la carretera estaba rodeada de abundante vegetación y el calor se hacia mas fuerte a medida que avanzaban las horas. Pasamos por el Boquerón del Padre Abad... a media tarde llegamos a Aguaytía, y en esa época los controles policiales era obligatorios y tuvimos como cinco... y finalmente después de 26 horas en el bus y sin haber dormido ni un minuto (en mi caso) llegamos Pucallpa aproximadamente a las 6.00 p.m.
Luego de esta experiencia tuve que replantearme, en primer lugar los limites de la cortesía y la caballerosidad y... claro por supuesto: volver a Lima en bus. En efecto, me quede mas tiempo de lo que inicialmente había planeado (incluso con peligro de quedarme a vivir en Pucallpa) y por supuesto que regresé a Lima por vía aérea.
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